Esa conversación
Jorge Muzam
La lectura ha contribuido a la formación de millares de personas en el mundo. No solo como una forma de adquirir conocimientos, sino como un anexo mismo del vivir, un capítulo propio de la existencia de las personas. Al respecto, el destacado poeta, crítico literario y ensayista español Luis García Montero refiere:
“No recuerdo la primera vez que vi el mar. Recuerdo, sin embargo, la primera vez que mi padre me leyó en voz alta la canción del pirata de Espronceda. Ese día entré en el relato, me convertí en un habitante de las palabras, reconocí mi rebeldía en la libertad de un personaje que navegaba sin miedo por el mundo. No se trata de que para mí sean más importantes los libros que la vida, lo que ocurre, es que no entiendo la vida sin los libros, que se vive tanto en una plaza o en una calle como en un poema. Conmigo van las mañanas de colegio en las que descubrí a Antonio Machado, la infinita melancolía de la adolescencia en la huerta de San Vicente con Federico García Lorca, los primeros años en la Universidad, la luz de Cádiz compartida con Rafael Alberti; vivir, convivir, celebrar lo que se tiene, recordar lo que se ha perdido. Da rabia que nunca haya tiempo para las cosas importantes, para hacer posible esa conversación que nos devuelve a la verdad de nosotros mismos. Los poetas trabajan su soledad y piensan en todo, piensan en ti, aunque tú no lo sepas”.
Tal como dice el poeta García, dejemos que la obra de los escritores y poetas germine en nosotros, que ese trabajo solitario encuentre frutos en nuestra reflexión personal, en nuestra forma de apreciar el mundo, en nuestra empatía y admiración hacia lo cercano y lo lejano, hacia lo parecido y lo distinto.