Ñuble, una tierra bendecida para los creadores

Jorge Muzam

“El hábito de leer no nos hace necesariamente mejores personas, pero nos enseña a observar con el ojo de la mente la amplitud del mundo y la enorme variedad de situaciones y seres que lo pueblan. Nuestras ideas se vuelven más ágiles y nuestra imaginación, más iluminadora”.

Esto dice la destacada escritora española Irene Vallejo en su libro Manifiesto por la lectura.

Por mi parte, mi acercamiento lector al territorio de Ñuble se dio, antes de mis diez años, de la mano de los columnistas de los periódicos regionales. Entre ellos, don Carlos René Ibacache. Y también a través de la información y sabiduría transmitida por mi abuelo, Ramón Ortiz, noble compendiador de la memoria histórica de la región. A través de ellos empecé a percibir el latido profundo del territorio y a conocer las otras voces que transcribían ese latido. Algunos eran poetas, otros narradores, cronistas o historiadores.

Ñuble se volvió ante mis ojos una tierra mítica, llena de próceres, no solo de la patria, sino también de las letras. Una fértil provincia para enorgullecerse y donde convivía una diversidad de gente ligada al campo, el mar y la montaña.

Irme enterando a muy temprana edad de que en esta tierra también nacieron la escritora Marta Brunet, el poeta Sergio Hernández, el escritor Volodia Teitelboim, el escritor Fidel Sepúlveda, la poeta Luz Montecinos, el antipoeta Nicanor Parra, y la más grande de todas las poetas y cantoras, Violeta Parra, me generaron un acercamiento definitivo al poder de las letras.

Desde enterarme y conocer aspectos de sus respectivas vidas, a buscar sus libros e impregnar mi mente y espíritu con su luz creadora, no pasó mucho tiempo. Años más tarde también me volví escritor, y siempre escribiendo sobre Ñuble, como si el primer sol nunca se alejara de la mente de un creador.

Entonces cómo no amar Ñuble si parece una tierra bendecida para los creadores del arte, la memoria y la poesía.